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Desde hace unos años pienso todos los días en el suicidio. Sé que el pensamiento del suicidio me aleja del suicidio, en cierto sentido, pero eso no significa que mi corazón no esté podrido: lo único que se puede decir con certeza es que el gusano que lo roe no es insaciable. A medida que llega la noche es cuando más pienso en el suicidio. Algunas mañanas incluso me despierto bien, rara vez, pero a veces de buen humor. Pero siempre hay detalles que a lo largo del día me hacen pensar que debería estar muerto: un recuerdo, un presentimiento, una percepción, una tristeza, una ofensa... También sé que ese deber es absurdo: no creo en ningún deber. Y sin embargo ¿qué significa el deber de matarse? Puede suponer un intercambio del deseo del suicidio, como una legitimación que a la vez ahonda más el pensamiento del suicidio, porque un deber es más legítimo que un deseo, entonces de alguna manera retorcida es situar un deber hacia los otros: porque los otros saben que existo es que debería matarme. Varias veces me han dicho que, tal como vivo mi vida, sin ambiciones, deseos, amor, trabajo, debería matarme. Como nunca me ha querido nadie, debo matarme. Como nunca he tenido ambiciones, debo matarme. Como nunca tendré ni querré trabajar, debo matarme. Entiendo perfectamente el error en la suposición de que un otro colija a través de sus propias expectativas vitales el mérito de mi vida: podría suceder que no tuviéramos las mismas expectativas ni deseos. En el caso del trabajo o los estudios así es, quizá no en el amor, pero es que mi propio deseo de ser amado me asquea: eso sólo significa que soy, no sólo incapaz de amar, sino incapaz de ser amado: no puedo ser amado precisamente porque quiero ser amado: cuando quieres ser amado te vale cualquiera, porque no estás siendo amado y compartiendo una experiencia afectiva con un individuo real, sino con una abstracción: una idealización de un ser humano del que únicamente te interesa que te ame, lo que es arbitrario, mezquino e influenciado social y culturalmente: porque mi propia necesidad de ser amado se parece demasiado a la que tienen los demás: no hay nada particular ni novedoso en ello. Querer ser amado sólo significa que quieres una mascota humana que, en realidad, no te importa en absoluto, te revalorice cara al mundo y ante ti mismo: el amar como auto-valoración y reconocimiento ante los otros. Y si es así, no quiero ser amado, pero al mismo tiempo ninguna racionalización matará jamás un sentimiento, con lo cual estoy obligado a cargar con el peso de necesidad que, racionalmente, no quiero, pues me parecen tristísimas, patéticas, estúpidas y caprichosas. Y nunca me ha amado nadie ni lo hará, básicamente porque objetivamente soy un ser inferior (el problema no son las creencias. El problema es el parámetro de comparación) Se dirá que no sé lo que digo, que no soy inferior, etc., que todos somos bellos -menuda simpleza- pero es que eso no soluciona nada: a mí no me van a convencer, y supongo que ese discurso solo tiene como fin convencerse a uno mismo de que uno mismo es bello, pero es que incluso aunque tú no te compares los otros te rebajarán, humillarán y ofenderán con sus opiniones, juicios, prejuicios, etc: yo no quiero pensar que no tienen razón, porque la tendrán, siempre la tienen, lo que quiero es que me importe un bledo que la tengan: quiero anular todos mis deseos, necesidades y carencias, y como aunque por más que pienso en el suicidio no me puedo matar, porque me asusta la muerte desde que era un niño, lo que me ha castrado siempre, necesito otra salida que no sea el suicidio, o al menos hasta que me pueda suicidar, necesito la salida de la indiferencia, aprender a ser indiferente, observar pasar por la vida sin esperar nada de ella (lo que en cierta medida me sucede, pero más por sentimiento de incompetencia que por sabiduría), como un científico o un psicólogo ordinario, constante, no como ejercicio o profesión, sino ser espiritualmente científico: observarlo todo y no esperar nada. Necesito suprimir poco a poco todos mis deseos y ambiciones y expectativas y debilidades y carencias hasta suprimir al fin mi miedo a la muerte, sería lo último que suprimiría, y luego quizá me matase o quizá no (no puedo saberlo) pero al menos sería libre de obrar racionalmente sin que el deseo se me pusiese en medio ni me empujase (aunque entiendo lo paradójico de mi empresa: desear suprimir los deseos es un deseo también). Yo no creo en la contemplación, en la religión ni en la filosofía, además de que me dan un poco de miedo las drogas, así que mi solución pasa por otra parte o por reconciliarme con algunas de las cosas mencionadas anteriormente, aunque ciertamente si me reconciliase con la religión me sentiría avergonzado de mí mismo: la religión es un consuelo de las mentes crédulas y tullidas, y ni siquiera tengo ningún tipo de interés místico, esotérico, espiritual, etc. No tengo consuelo porque la propia noción de consuelo me aleja de ella: el consuelo es la idea de que, como tiene solución, es mejor engañarse a uno mismo y aferrarse al primer alimento que nos llene. ¿Y qué sucede cuando uno es incapaz de engañarse a sí mismo? Pues que te pasas la vida deprimido y pensando en el suicidio: eso pasa. ¿Estaré perdido, vencido, rebajado tan profundamente que las tinieblas ensucian hasta mis pensamientos? ¿O yo mismo me habré fundido con esas tinieblas? Eso tiene sentido, soy como un camaleón: a medida que la vida ha ido enterrándome más profundamente yo mismo me he vuelto más y más oscuro, más y más tiniebla. También creo que todo me da miedo... un poco, al menos. Tampoco creo en ningún tipo de ayuda psiquiátra, psicológica, etc. Quizá a otros les funcione, pero yo no puedo tomar en serio a ningún médico porque todos los médicos me parecen unos mercachifles de remedios contra la muerte, cómplices de un sistema fundado en puros azares históricas, no hay conceptos puros y yo no quiero ser cómplice de nada ni de nadie: no quiero encajar en el mundo, solo quiero que el mundo me deje en paz, y si eso no es posible, al menos que el mundo entero me dé igual.
No sé qué hacer, la verdad, no sé qué hacer. Sólo quiero pegarme un tiro y no puedo, quiero no desear nada, ni siquiera desear pegarme un tiro: creo que solo cuando pueda no desear nada me pegaré un tiro. Todos los deseos y esperanzas y ambiciones y expectativas son malignos, todo, la vida misma es el mal, porque vivir es movimiento con final, y detesto el movimiento y detesto los finales. No quiero ser útil para nadie, hasta ese punto he llegado, no quiero ser útil para nadie, me gustaría ser un piojo y no hacer nunca nada. Aquí lo dejo. No me explayo más.
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